En sus sueños siempre
hacía un tiempo de perros, nunca mejoraba, todo era blanco, vacío,
carente de todo. Una nada parecía inundar el espacio y sonaba una
melodía infernal, con acordes de calaveras y ruidos chirriantes de
arcos rasgando las cuerdas de mil guitarras.
Sus sueños siempre
traían imágenes de supermercados fríos y reponedores difusos. Ella
quería correr, pero siempre era la misma escena, SIEMPRE, un borroso
dibujo en una pizarra que han intentado borrar pero aún puede verse.
Ese día algo cambió,
encontró una puerta en medio de tanta blancura y al abrirla todo
parecía distinto. Había un sol azul y un río verde, hermosos
campos amarillos llegaban hasta un lago en el que había una balsa
mecida por la brisa.
Se despertó asustada,
temerosa, repitiendo una palabra en su confusa mente, Polaris,
Polaris, Polaris...
Al abrir los ojos la sala
volvía a ser de un blanco inmaculado, intentó volver a conciliar el
sueño a pesar de que la claridad inundaba toda la estancia. Cerró
los ojos y todo quedó a oscuras, Madrid ardía a lo lejos y era
muerte, el fuego o y el yermo se apoderaban de cuanto conocía.
Polaris, Polaris,
Polaris... si no voy, si no voy....
Ellos no entendían que
sus sueños eran reales, que si no iba a Polaris todo acabaría. ¡Era
tan fácil de evitar aquello! Pero cada vez que lo mencionaba hacían
que durmiera, impidiendo su huída, que evitaría la catástrofe.
Aquella tarde tenía
sangre en las manos y no sabía de dónde venía, los sueños se
habían vuelto cada vez más intensos, ya nunca había claridad, solo
aullidos y sollozos, solo el humo y los fuegos en todas partes de la
ciudad. Es posible que hubiera intentado escapar, no quería que su
final fuera entre aquellas paredes blancas con olor a lejía y
productos químicos.
Un momento de cordura se
apoderó de su mente –que era la mía– intentado averiguar cómo
había acabado aquí, el ataque de pánico en aquel pasillo inmenso
del supermercado. ¿Cuando habían empezado los sueños? ¿Qué era
Polaris? Y mientras la lucidez volvía momentáneamente entendí que
la sangre era mía, nunca iría a Polaris, no saldría de aquel lugar
mientras los sueños no cesasen, mientras no dejara de herirme a mí
misma, de arañarme, de arrancarme el pelo, antes largo y castaño,
el mismo que me estaban cortando en ese momento.
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Bajo la premisa de terminar el relato con: "me estaban cortando el pelo"
Diciembre 2014
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Yavannna
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