-¡Mamá, mira!¡polvo de
hadas!, ¡ahora tú también puedes volar!-dice Sara mientras sopla a
mi cara el polvillo parduzco que tiene en las manos.
Asqueada observo el bote
de cristal que mi hija ha dejado en el suelo abierto, en lugar de
estar vacío, como me prometió, está lleno de los pequeños
cadáveres de las mariposas que hemos pasado la mañana cazando,
divertidas.
Sara sonríe y da
brincos, intentando alcanzar el cielo con las manos. Para mí, por un
momento se detiene en el aire. Veo cómo se ilumina su cara de
felicidad, los rizos castaños parecen alas alrededor de su cara.
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Yavannna
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