domingo, 19 de abril de 2015

Galería del coleccionista

Aquel año le había regalado por su cumpleaños un colgante. Cuando abrió la caja emocionada y observó el contenido no pudo creer lo que estaba viendo. Ante sus ojos había una pequeña y brillante joya, de esas de las que ella siempre se burlaba cuando veía los anuncios de “Galería del coleccionista” en la televisión.
Puso la mejor sonrisa que su sorpresa le dejaba

-¡Madre mía! Es precioso, pero ¿no habrá sido muy caro?
-No, para nada -dijo él-. Llevaba ahorrando un tiempo para hacerte un regalo especial, no quería regalarte un disco o un libro. Espero que te guste, un regalo de señorita para una señorita.
-Pero, ¡te has pasado!, no hacía falta, de verdad que con una camiseta me valía.

Él hizo un gesto con la mano y a ella no le quedó más opción que ponerse el colgante alrededor del cuello.

Con la excusa de que le parecía demasiado caro como para llevarlo a diario Sofía había guardado el colgante en el cajón de su mesilla. Solo se lo ponía en ocasiones especiales, coincidentes -qué casualidad- cuando se lo recordaban.

La última vez que le había mencionado -atento- el colgante, había coincidido con una boda a la que tuvieron que ir por obligación, de un familiar lejano. Al ver que se había arreglado tan solo había comentado un “Lo que quedaría precioso con ese escote es el colgante que te regalé por tu cumpleaños ¡Ésta sí que es ocasión!”. Sofía se había dado media vuelta para buscarlo mientras ponía los ojos en blanco, otra vez le tocaba ponerse la horrible joyita de las narices.
Cuando él se fue a mitad del convite a llevar a la tía Marisa, una abuela que casi no se sostiene en pié, Sofía intentó acompañarlos, pero viendo que la fiesta acaba de empezar su padre insistió en que se quedara y disfrutara de la noche.

-La noche es joven. Ten dinero para un taxi y pásalo bien.

Dos horas más tarde Sofía decidió marcharse a casa, a fin de cuentas esa boda estaba siendo un verdadero peñazo.

Esperaba un taxi en la puerta cuando alguien la empuja.

-¡Eh! Ten cuidado -Increpó
-¡Ups! Perdón -contestó el chico que acaba de empujarla a la vez que se da la vuelta.

Nada más ver al chico se percató de que no estaba mal. Bonitos ojos azules, brillantes, seguramente por culpa del alcohol.
Él se disculpó con la mano, mientras cogía el paquete de tabaco que se le había caído al suelo. En ese momento Sofía aprovechó para quitarse el horrible colgante y esconderlo rauda en el bolso.

-¡Vaya! -dice tocándose el cuello-.¡Creo que he perdido el colgante!

El chico se volvió para mirarla, analizándola.

-¿Ahora?
-No lo sé.
-¿Es val... importante? -contestó él.

Ella se mordió el labio.

-Sí, es importante. Es un regalo.
-¡Ah!. Bueno, si quieres te ayudo a buscarlo. ¿Cómo es? -dice mientras se enciende un cigarro.

Sofía apretó el bolso mientras intentaba que no se notara su mentira.

-Por cierto, me llamo Sofía. Estaba en la boda de Rosa y Carlos- dice mientras finge buscar por el suelo.
-Andrés. Pues ni idea chica, yo estaba en la de Carlota y Alberto, en la segunda planta.

Por un momento los dos miraron al suelo en silencio.

-Entonces ¿es importante no? -repite él.
-Sí, es un regalo de mi padre -sonrió al ver el brillo en los ojos de él.
-Claro, claro. Bueno, pues a ver si lo encontramos, si no pues preguntamos dentro ; pero ¿sabes si se te ha caído aquí?
-No, pero me he dado cuenta cuando me has pegado el golpe. -Al final, su padre tenía razón, la noche acaba de empezar -sopesa- y ese horrible colgante, al menos, va a servir para algo.
-Entonces ¿No recuerdas dónde lo llevabas por última vez? -preguntó él, un poco avergonzado aún.
-No- contestó ella
-¿Tienes idea de dónde puedes haberlo perdido?
-No, no tengo la menor idea.
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Crear un relato que finalizara con ese diálogo
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Yavannna

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