-Tienes
que irte de aquí, ¿me oyes?-dijo gritando por séptima vez Mali.-
¡No puedes quedarte! ¡vete ya!
El
ente volvió la cabeza desconcertado sin comprender una sola palabra
de lo que ella decía. Desesperada cogió uno de los pocos libros que
habían sobrevivido a la catástrofe y, sin pensarlo, lo arrojó
contra la criatura, el objeto atravesó sin dificultad el cuerpo
anguloso del ser, que una vez más, observó perplejo los aspavientos
de la joven.
Las
criaturas habían comenzado a aparecer hacía un par de meses en el
sector centro, nadie sabía con exactitud si con anterioridad habían
morado en alguno de los otros sectores. Por supuesto Mali no prestó
la más mínima atención a las habladurías sobre la visión de los
seres y había seguido realizando sus tareas como si nada ocurriera.
Después
de la catástrofe, aquellos por los que El
Tiempo
no había pasado se encargaban de la reconstrucción. Mali era una de
aquellas afortunadas a las que el cataclismo no había afectado, se
encargaba de recoger objetos en buen estado en el sector sur, el
primero en caer durante el desastre. Los rumores sobre la aparición
de extraños seres para ella no eran más que un ruido lejano,
molestia de otros.
Cuando
se aceleró el tiempo, y prácticamente todo comenzó a envejecer y
desaparecer en cuestión de horas o días, nadie estaba seguro de que
aquello pudiera tener una salida para la humanidad, incluso para el
planeta entero, que moría y crecía de manera precipitada. Al fina
la desgracia pasó y el tiempo, aquel que creían inmutable hasta
entonces, volvió a moverse a la velocidad a la que los había
acostumbrado durante milenios.
Virus
temporal, dijeron los expertos los primeros días. Creado por el
hombre, apostillaron los adictos a la conspiración. En cualquier
caso, el mundo como se había conocido hasta entonces, cambió y en
su faz quedaron poco más que restos, incluida la especie humana.
Mali
había escuchado cómo las apariciones se hacían más y más
frecuentes, nadie parecía conocer por qué los entes se manifestaban
y qué era lo que buscaban, no molestaban ni interferían en las
labores de reconstrucción, solo parecían observar, confusos.
Aquel
jueves había conseguido recuperar varios objetos en buen estado,
entre ellos varios libros -muy pocos habían aguantado la
destrucción causada por la corrosión temporal- al llegar a casa
quiso buscarles un sitio de honor. Con los meses el piso en el que se
instaló tras la debacle se había convertido en un cúmulo de
objetos, pequeños retazos de un pasado mejor, que aún no había
clasificado y puesto al alcance de un bien común. Así, pequeñas
montañas de cosas se encontraban por toda la estancia. Decidió
poner los libros encima de una vieja mesa, apartando para ello un par
de pilas que la cubrían. Fue en ese momento cuando el ente se
manifestó en su casa.
La
primera impresión que tuvo fue de sorpresa, nunca había visto a uno
de aquellos seres, enmudeció mientra lo examinaba, el ser,
traslúcido, mostraba una mirada aún más desconcertada que la suya.
Varios
días más tarde la presencia se había convertido en su sombra, por
mucho que le gritaba, lanzaba objetos o intentaba huir de él,
corriendo por las enrevesadas calles del sector sur, no conseguía
que la dejara sola en ningún momento.
-¡Vete
de aquí!¡Vete ya!¡Deja de seguirme de una vez!¿Qué quieres?
-Mali se había desesperado por primera vez el segundo día de la
aparición del ser, había perdido la práctica de estar acompañada
y ese insistente acoso la estaba volviendo loca.
-Tienes
que irte de aquí, ¿me oyes?
Después
de arrojarle el libro y que este atravesara sin dificultad su figura
etérea, una de las pilas de ropa acumulada en el piso se derrumbó,
Mali calló de rodillas llorando, tirada en el suelo.
-¡Vete!¿por
qué me atosigas?¡Acaso no hemos tenido ya bastante sufrimiento?
Las
lágrimas que la mujer tanto tiempo había retenido encontraron al
fin una vía de escape, en aquella habitación que intentaba burlar
al tiempo. El ser, para sorpresa de la joven, volvió a colocar la
pila de ropa desordenada mientras la observaba, siempre con esa cara
de sorpresa.
Ella
miró a su alrededor y por primera vez se dio cuenta de todos los
objetos acumulados durante meses, recogidos con la inercia del que
debe seguir adelante, intentos de aferrarse al pasado.
Durante
las siguientes semanas los entes comenzaron a tomar el resto del
sector, no era raro verlos observando las ruinas y a sus moradores,
sin poder comunicarse con ellos. Mali llegó a acostumbrarse a su
testaruda presencia.
Un
mes más tarde el piso volvía a estar medianamente vacío, las
montañas de objetos volvían a tener utilidad. Al ente, de vez en
cuando, por las noches, le gustaba tirar al suelo esa pequeña, pero
valiosa, pila de libros.
A
fin de cuentas solo quedaban espectros, esforzándose por vivir.
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Marzo 2015
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Yavannna
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