viernes, 6 de marzo de 2015

Después del fin

-Tienes que irte de aquí, ¿me oyes?-dijo gritando por séptima vez Mali.- ¡No puedes quedarte! ¡vete ya!

El ente volvió la cabeza desconcertado sin comprender una sola palabra de lo que ella decía. Desesperada cogió uno de los pocos libros que habían sobrevivido a la catástrofe y, sin pensarlo, lo arrojó contra la criatura, el objeto atravesó sin dificultad el cuerpo anguloso del ser, que una vez más, observó perplejo los aspavientos de la joven.

Las criaturas habían comenzado a aparecer hacía un par de meses en el sector centro, nadie sabía con exactitud si con anterioridad habían morado en alguno de los otros sectores. Por supuesto Mali no prestó la más mínima atención a las habladurías sobre la visión de los seres y había seguido realizando sus tareas como si nada ocurriera.
Después de la catástrofe, aquellos por los que El Tiempo no había pasado se encargaban de la reconstrucción. Mali era una de aquellas afortunadas a las que el cataclismo no había afectado, se encargaba de recoger objetos en buen estado en el sector sur, el primero en caer durante el desastre. Los rumores sobre la aparición de extraños seres para ella no eran más que un ruido lejano, molestia de otros.

Cuando se aceleró el tiempo, y prácticamente todo comenzó a envejecer y desaparecer en cuestión de horas o días, nadie estaba seguro de que aquello pudiera tener una salida para la humanidad, incluso para el planeta entero, que moría y crecía de manera precipitada. Al fina la desgracia pasó y el tiempo, aquel que creían inmutable hasta entonces, volvió a moverse a la velocidad a la que los había acostumbrado durante milenios.
Virus temporal, dijeron los expertos los primeros días. Creado por el hombre, apostillaron los adictos a la conspiración. En cualquier caso, el mundo como se había conocido hasta entonces, cambió y en su faz quedaron poco más que restos, incluida la especie humana.

Mali había escuchado cómo las apariciones se hacían más y más frecuentes, nadie parecía conocer por qué los entes se manifestaban y qué era lo que buscaban, no molestaban ni interferían en las labores de reconstrucción, solo parecían observar, confusos.

Aquel jueves había conseguido recuperar varios objetos en buen estado, entre ellos varios libros -muy pocos habían aguantado la destrucción causada por la corrosión temporal- al llegar a casa quiso buscarles un sitio de honor. Con los meses el piso en el que se instaló tras la debacle se había convertido en un cúmulo de objetos, pequeños retazos de un pasado mejor, que aún no había clasificado y puesto al alcance de un bien común. Así, pequeñas montañas de cosas se encontraban por toda la estancia. Decidió poner los libros encima de una vieja mesa, apartando para ello un par de pilas que la cubrían. Fue en ese momento cuando el ente se manifestó en su casa.
La primera impresión que tuvo fue de sorpresa, nunca había visto a uno de aquellos seres, enmudeció mientra lo examinaba, el ser, traslúcido, mostraba una mirada aún más desconcertada que la suya.

Varios días más tarde la presencia se había convertido en su sombra, por mucho que le gritaba, lanzaba objetos o intentaba huir de él, corriendo por las enrevesadas calles del sector sur, no conseguía que la dejara sola en ningún momento.


-¡Vete de aquí!¡Vete ya!¡Deja de seguirme de una vez!¿Qué quieres? -Mali se había desesperado por primera vez el segundo día de la aparición del ser, había perdido la práctica de estar acompañada y ese insistente acoso la estaba volviendo loca.


-Tienes que irte de aquí, ¿me oyes?

Después de arrojarle el libro y que este atravesara sin dificultad su figura etérea, una de las pilas de ropa acumulada en el piso se derrumbó, Mali calló de rodillas llorando, tirada en el suelo.

-¡Vete!¿por qué me atosigas?¡Acaso no hemos tenido ya bastante sufrimiento?

Las lágrimas que la mujer tanto tiempo había retenido encontraron al fin una vía de escape, en aquella habitación que intentaba burlar al tiempo. El ser, para sorpresa de la joven, volvió a colocar la pila de ropa desordenada mientras la observaba, siempre con esa cara de sorpresa.

Ella miró a su alrededor y por primera vez se dio cuenta de todos los objetos acumulados durante meses, recogidos con la inercia del que debe seguir adelante, intentos de aferrarse al pasado.

Durante las siguientes semanas los entes comenzaron a tomar el resto del sector, no era raro verlos observando las ruinas y a sus moradores, sin poder comunicarse con ellos. Mali llegó a acostumbrarse a su testaruda presencia.

Un mes más tarde el piso volvía a estar medianamente vacío, las montañas de objetos volvían a tener utilidad. Al ente, de vez en cuando, por las noches, le gustaba tirar al suelo esa pequeña, pero valiosa, pila de libros.


A fin de cuentas solo quedaban espectros, esforzándose por vivir.
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Marzo 2015
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Yavannna

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