viernes, 3 de octubre de 2014

Los padres de James

Este es uno de los ejercicios del curso, el primero realmente narrado sobre el personaje (el otro era el Cuestionario Proust), versaba sobre cual era la relación del personaje con sus padres, en mi caso, salió esto:

Alysson entró en la habitación casi corriendo, con la celeridad y los nervios del que lleva una noticia importante. James siguió a lo suyo, ensimismado con ese cojín, tan fuera de lugar en aquel despacho, sopesando la ausencia de cualquier objeto que hiciera juego con aquella pieza tan femenina en la decoración.

Emmmmm – carraspeó Alysson indecisa sin que él levantara la vista un solo instante para mirar a la chica – Esto... emmm, Mr. Byrne, creo que... es importante, señor – la ansiedad y premura en el tono de la mujer hicieron que dejara lo que estaba haciendo y la mirara con una mezcla de curiosidad, molestia y profunda resignación, pero lo que realmente le había sorprendido era el hecho de que le llamara señor, llevaba poco tiempo trabajando como investigador para La Coorporación y nadie le trataba de una manera tan formal.

Alysson extendió una mano nerviosa, tendiendo un comunicado que él recogió rápidamente, quedando totalmente lívido al leer su contenido, cerró el puño arrugando el contenido en su interior y se dirigió lentamente a la puerta sin mirar atrás. Alysson miró como el joven investigador salía de la escena sin atreverse a ofrecerle sus condolencias, su apoyo – lo siento – suspiró en un susurro que nadie pudo escuchar.

En shock caminó por las calles de La Colonia hasta adentrarse en aquel que había sido su hogar, como otras tantas veces se encontró entre aquellas paredes que le habían criado, percatándose del paso del tiempo sobre ellas, de los pequeños cambios sutiles producidos con el devenir de los años. Por un momento esperó escuchar los silenciosos pasos de su padre en la cocina o en el dormitorio, por un momento...
Se sentó en el futón con las manos en la cabeza, las lágrimas se negaban a salir aún, no podía entender cómo había ocurrido, si, en la nota lo ponía claramente:


Mr. James Byrne, sentimos comunicarle la muerte de su padre, el señor Lukas Byrne, hoy día 46 de Sira del año 00035 debido a un fallo cardiaco en la Estación NZ-98 mientras realizaba su función de operario.
Los restos del señor Byrne Senior descansan en el Hospital Central del Distrito 56 esperando sus instrucciones.


Atentamente

Leo Meyers Coordinador General Anatómico Forense Hospital Central Distrito 56

Exhausto por las emociones se derrumbó en la cama, contemplando el techo, los sensores luminiscentes estaban apagados pero entraba esa fluorescencia verdosa por la compuerta de la ventana. Sin duda, ese era el peor día de su vida y no creía que pudiera superarlo jamás.

En la falsa oscuridad se obligó a recordar los últimos días que había pasado con su padre, el malestar que éste sintió cuando le dijo que trabajaría para La Coorporación, el orgullo que vio reflejado en sus ojos cuando le contó la naturaleza de su trabajo, la aceptación de que su hijo se había convertido en un hombre con unas convicciones tan fuertes como las suyas y la celebración posterior en un bar – no demasiado caro ni demasiado bueno - cercano a la residencia.

Una vez evocada su imagen ya no fue difícil que se mezclaran sentimientos y recuerdos, sus ojos se cerraron por un instante y cuando los volvió a abrir las imágenes se sucedieron una tras otra. Su padre riendo dando vueltas con él en brazos, su padre preocupado, con la mirada en la lejanía y en la mano levantada el cigarro termodinámico exhalando su humo azul, lento, quedo, como sus lejanos pensamientos.

Su padre, ese hombre que había arriesgando absolutamente todo lo que tenía, su vida, la de su hijo, su hogar, sus recuerdos. Su padre, que había dedicado tantos años a la investigación, que había aprobado el proyecto desde la primera vez que le hablaron de él, que había dedicado su vida académica al estudio de la viabilidad del mismo, que había conocido a su esposa, la mujer que más amó, comprendió y quiso en su vida durante ese proceso, su padre, que después de perder a su amiga, su apoyo, su compañera, había decidido seguir adelante cuando le surgió la oportunidad, cuando vio que los anhelos de ambos estaban al alcance de su mano. Su padre, que creyó que sus sueños serían posibles, para él, para su pequeño hijo, para todos en un futuro no demasiado lejano.

Las historias que le contaba de la Tierra, de Manchester, de su madre, de los días pasados, aquellas historias teñidas de melancolía y añoranza, pero también de determinación, esas historias hacían que el brillo en su mirada se volviera intenso, como el de las estrellas fugaces, pero también estaban esas historias contadas a medias que ensombrecían su rostro, volviéndolo mortecino debido a la luz del lugar, las historias de cómo los sueños se resquebrajan, esas historias de tiranía repetida, quizá, por la naturaleza humana, esas historias que arrojaban al abismo utopías y esperanzas.

Cerró los puños con fuerza y golpeó repetidamente la colcha hasta cansarse, su padre nunca llegó a contarle a ciencia cierta qué es lo que le ocurrió, pero su hijo siempre destacó por su curiosidad tenaz, poco a poco, sobre todo con el paso de los años fue comprendiendo la situación, con el bloqueo era demasiado niño, demasiado joven como para recordar más que algunas carestías y caras largas de los adultos, pero sabe que ahí comenzó todo, las miradas perdidas, los sueños rotos.
Lukas miraba a su hijo evocando tiempos pasados, promesas futuras. Miraba aquellos ojos, tan azules, tan oscuros y se perdía en ellos.

Después del bloqueo todo cambió, su padre siguió con su trabajo, pero poco a poco le fueron cambiando de proyecto, relegándole a investigaciones menores, sin llegar a degradarle pero apartándole de su cometido, los últimos siete años Lukas había permanecido en la estación NZ-98, realizando investigaciones menores y sin apenas ayuda – Seguramente de ahí viniera la confusión en el comunicado, el equipo médico que retiró el cuerpo de su padre el laboratorio pensó que era un operario y ni tan siquiera se molestaron en comprobar las credenciales de su identificación – Los amigos que le quedaban cada vez eran más escasos, muchos habían vuelto a la Tierra si tenían oportunidad, otros no habían vuelto a aparecer por allí y James no sabía nada de ellos y alguno había muerto en circunstancias no demasiado claras que La Coorporación no había querido o podido investigar.

James le preguntó a su padre muchas veces, cuando fue capaz de comprender lo que estaba ocurriendo, por qué aguantaba, por qué no luchaba por reclamar su puesto, por qué no intentaba volver a la Tierra, como habían hecho algunos en su lugar “Porque aún es posible, para ti y para mi, pero sobre todo para ti, si nos esforzamos” respondía él “Porque aún es posible vivir como soñamos, se investigó durante mucho tiempo, es posible, lo es”
Enfadado consigo mismo, por no haber indagado más en la vida de su padre, por no saber qué es lo que le había ocurrido ¿Cómo era en realidad? ¿Cómo era cuando tenía su edad?¿Por qué había venido?¿Por qué no quería regresar al sitio del que venía y del que tantos – buenos – recuerdos tenía? ¿Cómo se enamoró de su madre?¿Cómo sintió su pérdida? ¡¡¡Maldita sea!! Todas esas eran preguntas que ya no le podría hacer, ya nunca sabría cómo se sentía realmente su padre, justo ahora, ahora que ambos habían comprendido que el tiempo, la edad, en lugar de distanciarlos, podía unirlos. Enfadado se levantó y golpeó la pared ¡¡Mierda!! - pensó - ¡¡Mierda, mierda, mierda mierda!!¡¡Ahora no!! ¿Ahora qué hago yo? ¿Qué hago yo aquí, solo, en este maldito planeta? En Marte, sin haber visto nunca la Tierra ¿Qué hago yo aquí? - Las lágrimas pugnaban por salir, debatiéndose entre la rabia y el dolor.
James miró a su alrededor, la neblina de su tormento, mezclada con la luminosidad no le dejaba ver más que el contorno de los muebles, tomó la determinación de descubrir más sobre por qué estaba allí, por qué su padre le había traído a ese lugar, el por qué de su vida y, qué mejor momento de empezar que aquel y qué mejor lugar que ese mismo.
Nunca se le habría ocurrido curiosear entre las pertenencias de su padre, sabía que todo tenía unos límites, ese era uno inexpugnable. Más cuidadoso de lo que cabría esperar de alguien en su estado se dirigió al armario de la habitación, pronunció el código para que las luces iluminaran la estancia y tras un largo suspiro pulsó el botón que activaba aquella puerta, con el afán de encontrar tesoros ocultos propio de un niño.

El guardarropa de su padre solo le produjo un fuerte dolor, ver allí sus cosas, apilada de cualquier manera, descuidadamente, cómo si el armario no pudiera colocar solo aquellas ropas, le hizo tambalearse, no podía, pensó, aún no, pero se obligó a buscar algo, recuerdos, los recuerdos siempre están la fondo.
Después de apartar algunas pilas de ropa encontró una vieja caja de zapatos, o eso parecía, dado que no reconoció el logotipo que la adornaba. Esperanzado abrió la caja, lo que encontró le dejó desconcertado y sorprendido, dentro había una serie de sobres, de papel ni más ni menos, manuscritos, recuerdo de la vida en la Tierra de su padre, no cabía duda. Abrumado cogió el primero de ellos y sobrecogido leyó el destinatario : Elizabeth Jordan. ¡¡No podía creerlo!! Era una carta destinada a su madre, en la esquina superior izquierda tan solo un nombre Lukas.


No podía creer lo que acaba de encontrar, comprobó todas las cartas de la caja, todas y cada una de ellas eran correspondencia entre sus padres, sin dirección ninguna en los sobres.
Por primera vez aquella mañana, se permitió llorar.

Abrió, más tembloroso de lo que le gustaría, el primero de los sobres y desplegó el papel, de su interior calló una pequeña flor marchita, la recogió del suelo y la depositó dentro del sobre después de observarla curioso, parecía ser una margarita, no entendía cómo su padre había conseguido llevar hasta allí todas aquellas cosas.
Con el papel desplegado entre sus manos se dispuso a leer aquella letra inclinada, algo desgarbada, característica de su padre.

Mancheter 7 de abril de 2024
Querda Eli:

¿Qué por qué te escribo me dices? ¿Y me lo dices tu, que me contestas con otra carta? Te escribo porque puedo, te escirbio porque quiero, te escribo porque me apetece.

Si, lo se, lo de escribir cartas ya no está de moda, podía enviarte un email, podía enviarte miles de mensaje, podía sencillamente hacer una llamada para escucharte, pero me apetecía escribirte, sentarme y con papel y bolígrafo escribirte, de mi puño y letra, para que me leyeras.
Parece que dio resultado, no te hagas la tonta, si no, no me habrías contestado.


Me preguntas en tu carta que por qué digo que me gustas, qué es lo que me gusta tanto de ti y yo no entiendo cómo no lo sabes, pero te lo diré de todas formas, me gustas por cómo ríes, cómo se te escapan las carcajadas con los chites malos (malísimos) que te cuento, me gustas por cómo caminas, cómo si supieras exactamente qué es lo que te espera al final del camino, me gustas por cómo cantas (tan mal, si, lo siento, tan mal... pero ya lo sabes, me encanta cómo cantas, cerrando los ojos, sintiendo la música, a mi, que la música nunca me importó mucho, me encanta cómo cantas, tan sentida )

Aún recuerdo la primera vez que te vi, tu no, por supuesto, nos presentó Mat, en la cafetería, éramos muchos y tu eras la chica nueva que intentaba quedarse con las caras y los nombres, yo tampoco recuerdo nada de mi primer día en la universidad, solo las ganas que tenía de estar allí, en ti vi lo mimo, los nervios, la mirada intensa, y sin embargo ya tenías ese aire de saber dónde estabas y hacia dónde ibas, eso me gustó de ti el primer día que te vi.
Me gustaron cosas más tontas, no te creas que no, me gusó tu pelo largo negro, rizado, y esos ojos, tan oscuros que pensé que no eran azules, tan profundos que me pierdo en ellos como si fueran un pozo cada vez que te miro y tu te quedas pensativa, no se si en otro lugar o pensando en nosotros – Si, nosotros, ya se que e pronto para un nosotros, pero es bonito, NOSOTROS ¿No crees? -

Ayer en el parque estabas preciosa, recogiste una margarita y la dejaste sobre tus rizos, esa imagen, la recordaré siempre, porque después empezó esa tormenta y salimos corriendo, la margarita se cayó al suelo, pero sin que te dieras cuenta la recogí y la guardé toda la noche entre dos tomos en casa.

¿Recuerdas la primera vez que me pasé por tu departamento? Haciéndome el encontradizo, buscando una excusa tonta para verte, si ya, sonó raro, pues claro que sonó raro, qué hacía yo en el departamento de sociología, no tenía mucho sentido, creo que balbuceé algunas palabras sobre que iba buscando a Richard o a Clarise o... no lo recuerdo bien, pero quería ver si te acordabas de mi.
Ya lo se, no te acordabas, lo se, ¿Cómo ibas a acordarte de un tipo que habías visto una sola vez y que trabajaba en la otra punta del campus? Pero mira, al menos conseguí que te acordaras de mi, depués de esa visita tonta, así que mal no me hizo, aunque en aquel momento me diera tanta vergüenza.

Se que durante esta semana no puedes quedar conmigo, que tienes las conferencias y las clases, pero quiero que sepas que estoy deseando que me des una oportunidad más, las anteriores no han estado mal ¿No crees? Además, esta vez me toca elegir a mi, intentaré buscar un sitio que te sorprenda, prometo no volver a llevare al cine a ver una película aburrida (no entiendo cómo pensé que podía gusarte, me habían hablado bien de ella)

Volviendo a lo que más me gusta de ti, ¿sabes? Creo que lo que más me gusta es esa fe que tienes en el futuro, en que la humanidad cambiará y habrá una sociedad mejor, eso me gusta muchísimo de ti, y me sorprende, no entiendo como una doctoranda en sociología aún tiene esa fe en la humanidad, me resulta realmente fascinante y bonito Eli, por favor, nunca pierdas ese toque

Espero que tengas una buena semana, si te acuerdas o tienes tiempo podías responder esta cara, si no, me conformo con un mensaje o una llamada.

Estaré pensando en ti, en tu risa explosiva y cristalina (buscaré más chiste malos que te hagan reír), estaré pensado en ti mirando al vacío como si supieras qué es lo que hay.


P.S. - Te envío la margarita, aunque no es lo mimo sin tus rizos negros

Un beso Acuérdate de mi 
Lukas
XOX

Terminó de leer aquella primera carta y se dio cuenta de que aún no estaba preparado para abrir el resto, no estaba preparado para nada de aquello, sería un día muy largo, pero entendió que lo primero era ir al hospital, después ya tendría más tiempo para estar a solas con todos aquellos recuerdos, los suyos y los ajenos, para ver a su padre y también a su madre, a la que nunca conoció, con otros ojos, viviendo otra vida.
Depositó la caja otra vez en el armario y abandonó la casa paterna, aquel día volvería allí, al igual que los siguientes, para hacer que los fantasmas del pasado le devolvieran tantas respuestas en el presente. 

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Yavannna

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