viernes, 3 de octubre de 2014

Dos personajes se conocen

En este ejercicio se pretendía que dos personajes creados por los alumnos se conocieran de alguna manera. Teniendo en cuenta que yo había elegido la CiFi era bastante poco probable que James se conociera con alguno de los otros personajes, así que de perdidos al río, decidí que conocería al personaje más alejado en el tiempo y en el espacio que habían creado mis compañeros. Hormiga, un niño azteca.

Este fue el resultado:


Lo cierto es que empezaba a hartarse de tantas supuestas desapariciones, cuando aceptó el trabajo imaginó que habría mucho de aquello, de supuestos robos de información, pero también que habría algo más, algo por lo que valiera la pena estar allí.
La mayoría de robos eran producidos por los investigadores, bien por celos, por tráfico de información o porque los adelantos en sus campos de estudio no avanzaban cómo cabría esperar, así que los propios técnicos “extraviaban” sus trabajos y luego liaban una monumental pantomima sobre la desaparición de los mismos.
Aquella tarde era igual que las últimas, un laboratorio en el que faltaban -misteriosamente- los resultados de una investigación, pero por lo que pudo observar no faltaban objetos de mayor valor u otros dispositivos de almacenamiento de datos. Resignado anduvo por la estancia buscando alguna prueba, la mayor parte de las veces no encontraba nada hasta que sus superiores autorizaban el rastreo de información en los ordenadores, pero en algunos casos, los que menos, era posible que el robo fuera real, así que tenía que tratar el escenario cómo si realmente creyera que encontraría algo.
La estancia estaba cuidadosamente revuelta, no pudo evitar que una media sonrisa aflorara en su rostro al comprobar cómo sólo los objetos insustanciales se encontraban en el suelo y los valiosos movidos de sus sitios en el mejor de los casos. Desde luego James ya tenía claro lo que había ocurrido, el problema era la burocracia, la mayoría de investigaciones eran secretas y se necesitaba una autorización mayor.
  • –  Entonces, dice usted que cuando llegó esta mañana se encontró exactamente así el lugar ¿verdad? Nadie ha movido nada ni colocado nada en su lugar, nadie ha intentado ver si faltaba nada más que la unidad de almacenamiento del proyecto ¿cierto? - Dijo mirando impertinente a aquel investigador, aquello le empezaba a aburrir, una pérdida de tiempo de s u tiempo, que podría estar destinando a cualquier otra cosa.

  • –  No, nadie ha tocado nada, seguimos el protocolo nada más ver que todo estaba así, nos dimos cuenta de lo de la unidad de almacenamiento porque... porque nos entró pánico al descubrir que podrían haber sustraído el proyecto, bueno, ya sabe, es todo nuestro trabajo – Los nervios del hombre eran evidentes, pero bien es cierto que podía ser porque había perdido el trabajo de su vida.
  • –  ¿En qué consistía su investigación?¿Tienen ustedes alguna sospecha de alguien que quisiera robarla?

  • –  La investigación es confidencial, no puedo revelarle de qué se trata, y claro, todo el mundo sabe que el departamento RT-4T estaría interesado en tener los resultados, piensan que les hacemos la competencia.

En pocos minutos obtendría la autorización que haría que ese inflado pequeño mentiroso dejara de pavonearse, no le cabía ninguna duda sobre lo que había ocurrido, aún así mantuvo la compostura, necesitaba hacer tiempo hasta que el acceso llegara.
Una vez más analizó la escena, paseando entre las mesas, cuidadoso, prestando atención tanto a lo que le rodeaba cómo a las reacciones de aquel hombre, al acercarse a una mesa vio cómo las aceitunadas facciones de su acompañante se endurecían. El rincón apartado en el que se encontraban parecía más un lugar de almacenamiento de viejos utensilios que una mesa de trabajo propiamente dicha. No le fue difícil deducir que allí había oculto algo importante y, dado que para eso no necesitaba ninguna autorización especial, quitó las primeras piezas del montón sobre la mesa, siempre atento al hombre. El natural tono cetrino de su anfitrión palideció considerablemente cuando destapó un pequeño objeto de apariencia insignificante, intentó disimular su gesto mirando hacia otro lado, preguntando si podía recoger del suelo algunos objetos, James, curioso, cogió de la mesa aquel artilugio, parecido a una minipantalla, sintió un pinchazo, una corriente eléctrica le recorrió la mano, atravesando su columna, nublando su visión, un relámpago dividiendo en dos el cielo con su luz cegadora, hasta que cayó derrumbado sobre el suelo.

¡Mierda!¡el maldito cacharro no funcionaba!¡Mierda! - El hombre corrió hacia un James inerte en una postura extraña, con los ojos abiertos y, en las manos, aferrado el pequeño objeto.


Abrió los ojos aún dolorido y dispuesto a encararse con el tipejo ¿Qué narices había pasado? ¿Qué era ese dispositivo?

La luz cegadora lo dejó aturdido, sentía un extraño cosquilleo en la mano y la muñeca, le dolían los ojos, había demasiada luz, demasiada; con las manos tanteó un suelo arenoso, extraño, para incorporarse.

La dañina claridad no era propia de dónde creía estar, comprendió que algo había ocurrido ¡Si tan solo esa maldita luz fuera menos cegadora! Después de varios minutos y de tapar su rostro con las manos se descubrió sentado en una tierra rojiza, sobre él un basto cielo azul plagado de nubes como nunca había soñado. Boquiabierto decidió que estaba inconsciente y aquello no podía ser más que un sueño, pero la mano le seguía doliendo, con un cosquillo persistente, se pellizcó para ver si sentía dolor y sus nervios le devolvieron una respuesta positiva. Era imposible, en Marte jamás habría ese cielo, tan azul, tal y cómo su padre se lo había descrito tantas veces, más brillante aún si cabe.

Aturdido, siendo sobre la piel la quemazón de un sol que nunca le había bañado, se levantó para observar dónde se encontraba.
Unos metros a su izquierda un sorprendido niño observaba cómo un extraño hombre que hace un momento no se encontraba allí se podía en pie y miraba perdido a su alrededor.

James se giró y vio a un niño, extraño, moreno, obervándolo, con el mismo desconcierto y curiosidad que sentía él. Hizo un gesto con la mano y el chico pareció indeciso, su rostro mostraba miedo y curiosidad, sus gestos denotaban la necesidad de huir del lugar, pero su mirada, vivaz y confusa mostraba el deseo de conocer, de acercarse al hombre, paliducho, delgado y de extraño cabello rizado.
Se acercó al niño que, dubitativo seguía sus movimientos como si esperara que algo ocurriera.
James se encontraba aún aturdido por todo aquello, solo era capaz de pensar en cómo narices iba a salir de esta, así que no se percató de que había otra persona cerca, el hombre que se acercaba parecía especialmente molesto, arrastraba del brazo a un chiquillo enclenque que pataleaba.
Siguió caminando hacia el muchacho, en ese momento el niño pareció asustarse, así que se detuvo, con lo que la reacción del chico le dejó sorprendido, salió corriendo hacia él y se colocó a su espalda, James se giró para ver qué ocurría, esa reacción era extraña, incluso en esa situación, entonces vio al hombre, fuerte, fibroso, arrastrando al pequeño niño. El muchacho, detrás de él se encogió sobre si mismo, James entendió que el chico estaba aterrado por la situación, se sentía tan indefenso que había ido a protegerse detrás de un desconocido.


El hombre llegó a su altura, miró extrañado al forastero y sin darle mayor importancia por el momento, intentó apartarlo para acceder al chico. James reaccionó por instinto, paró la mano del hombre a medio camino de que cogiera al muchacho. El hombre, enfadado le golpeó, soltando así al niño que arrastraba consigo, que huyó todo lo rápido que pudo por la misma dirección por la que había llegado.


Los dos hombres se miraron a los ojos, uno con una profunda mirada marrón, como la tierra que les rodeaba y otro con el color del mar en la tempestad. El hombre gritó al chico en un idioma que James desconocía y se encaró con James, no quedaría así, ese extranjero extraño no sabía con quién había topado.


El primer golpe en el pecho le cogió desprevenido, intentó pararlo, pero la mano seguía hormigueando, no había pensado en ello.

James podía ser delgado, pero era agil, así que aprovechó eso para alejarse de su oponente el tiempo justo para analizar la situación, era obvio que llevaba las de perder, la mano le respondía de mala manera, no conocía el terreno, no conocía la lengua de aquel hombre y ni tan siquiera sabía que había ocurrido, pero al ver al chico acobardado no le había dado tiempo a pensar, tan solo había reaccionado. Cuando el hombre llegó hasta él ya estaba preparado para esquivar el golpe, tenía que ser rápido, alejarse de su oponente, golpear y alejarse, si no no tendría posibilidad ninguna. Un puño pasó rozándole la cara, demasiado lento – pensó – estoy siendo demasiado lento. El extraño era rápido, James habría recibido un terrible puñetazo de no ser porque el chico, que no había huido, avanzó rápidamente y empujó con todas sus fuerzas la espalda del hombre, éste cayó, golpeándose la barbilla con el suelo, el dolor hizo que profiriera un débil quejido, James no era médico, pero jugaría que el sonido que había escuchado al golpear el suelo indicaba que se había fracturado la mandíbula. Aliviado y perplejo, por un instante respiró, hasta que comprendió que aquello no hacía más que empeorar la situación en la que se encontraba.


El chico le miró con una mezcla de orgullo y temor, levantando la barbilla. James se limpió la cara, pequeñas gotas de sudor le bañaban, aquello se le había ido de las manos.
El muchacho dijo algo, por supuesto no lo entendió, pero si que entendió el gesto de que le acompañara, rápido. Fueron en dirección contraria a dónde había huido el niño, James estaba agotado y tenía muchísimo calor. Llegaron a una cueva oculta y le indicó que pasara, con el calor que hacía y dado que tenía que intentar solucionar todo aquello le pareció la mejor de las opciones. Dentro, refugiados del calor y de las miradas indiscretas el chico comenzó a hablar rápidamente, James le contestó en su idioma que no comprendía nada, el chico le miró extrañado y al rato señalando su pecho pronunció un nombre que James no entendió, aunque si que pudo entender que era el nombre del chico, el le dijo cómo se llamaba y el chico no comprendió, así que cogió con los dedos una pequeña hormiga que correteaba por el suelo y mostrándosela a James volvió a repetir el nombre que había dicho antes.


Hormiga, te llamas hormiga – pronunció el nombre en ambos idiomas y Hormiga sonrió, James no pudo más que repetir su nombre señalándose el pecho, no podía mostrarle al chico qué significaba su nombre, su nombre, no significaba nada.
Con calma miró su mano, seguía estando dormida, apoyo la cabeza en las piernas y decidió pensar con claridad, no entendía lo que Hormiga le estaba contando, estaba cansado por el clima abrasador, ya no creía que estuviera en un sueño, aquello era tan real cómo había sido su vida hasta ahora.


Por un instante cerró los ojos, por un pequeño instante y la mano comenzó a dolerle con más y más fuerza, el dolor comenzó a ascenderle por el brazo, era tan intenso que pensó que se le estaba parando el corazón y, por un momento, fue así.

Abrió los ojos pegando un grito, el pecho le dolía horrores, sobre él, la cara del médico que acababa de darle una mico-descarga. La luz artificial a la que estaba acostumbrado hizo que recuperara antes la visión, el investigador que le había metido en aquel lío estaba dando muchísimas explicaciones a gran velocidad a alguien que no podía ver, intentó incorporarse, pero el médico lo retuvo hasta que comprobó una serie de parámetros y mediciones con su lector corporal, tenía la boca seca y le dolía el cuerpo cómo si se hubiera caído de un tercer piso.

Mr. Byrne – Dijo la voz del hombre con el que había estado hablando el investigador - el Sr. Thomas me ha contado todo lo sucedido, tiene usted suerte de que reaccionara a tiempo y nos avisara con tanta celeridad, por supuesto nos encantaría escuchar su versión de lo que ha ocurrido cuando se haya recuperado. Por el momento puede tomarse unos días libres, ya nos pondremos en contacto con usted para esclarecer los hechos, y Mr. Byrne, por supuesto su investigación ha concluido satisfactoriamente, confiamos en que como siempre su discreción sea extrema, más aún considerando su inminente ascenso, descanse unos días.

Aquel pez gordo se marchó de la habitación sin dejar que contestara, que replicara, que pidiera una explicación, la garganta le dolía horrores, pidió agua como pudo e intentó asimilar la situación, pero quizá su jefe tenía razón, se iría a casa, descansaría, ordenaría sus pensamientos y ¿Qué era aquello que había dicho de un ascenso?

El investigador nervioso se escabulló mientras James pasaba por la puerta, estaba demasiado cansado para discutir con él, en su mente tan solo una preocupación ¿qué habría sido del joven Hormiga? 

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Yavannna

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