martes, 12 de noviembre de 2013

Good night

Todo aquel que haya tenido una conversación escrita conmigo vía teléfono móvil sabrá que de vez en cuando mi teléfono hace unas cosas rarísimas, pero raras de verdad, no es que se equivoque un poquito o te cambien un tuvo por un tubo, no, eso es para principiantes, para dispositibuchos que no tienen ni autonomía ni vida propia, ni glamour ni nada ¡hombre, por favor!

Mi teléfono de vez en cuando escribe solo, bueno, todavía no, está digievolucionando, de momento necesita un humano para que marque sus teclas virtuales, que después ya se encargará él de poner lo que estaba pensando en ese momento, no la tontería supina que ha puesto su humano y que carece de toda lógica y chispa. Por el momento no se puede deshacer de su humano - en este caso la humana que suscribe - pero sospecha que en un par de actualizaciones de Ios este ligero problema estará solventado.

Además, a la digievolución del móvil le gustan más unas personas que otras ¡faltaría más!, especialmente le cae bien la señorita Espejo - o Ms. Mirror, que es más chic - así que la escribe profusamente esperando que ella se de cuenta de que su humana es, lo que viene siendo boba, y ella - la ios- es mucho más maja. Ms. Mirror se dio cuenta, hace tiempo, pero sospechaba que era torpeza de la humana - siempre ha sabido que era de un especial despistado - hasta que empezó a recibir mensajes raros e inconexos, eso sí, que la hacían reir a mandíbula batiente, no nos engañemos.

En esa estaban la Ios y Ms. Mirror [qué glamour desde que es bilingüe la señorita] manteniendo una conversación por su cuenta y riesgo mientras la humana se dedicaba a otros menesteres cuando Ms. Mirror hizo notar con repetidos tonos - de Whatsapp -  que la Ios ya estaba volviendo a liarla, escribiendo cosas raras y sin sentido; pero le vio el sentido práctico al asunto [y sabe que tiene que picarme para hacer ciertas cosas], así que me retó - ¡Te reto, te reto dos veces! [bueno, vale, eso a lo mejor estaba en mi cabeza, no lo dijo así exáctamente] - a que escribiera un relato con las tres palabras inconexas que la Ios había tenido la desfachatez de enviarla.

- ¿Cómo que me retas dos veces? - Pensé - ¡Pues claro que acepto el reto! [Si, esto también estaba solo en mi cabeza, que si]

Así que apunté las tres palabras malditas y me dispuse a escribir un relato con ellas.

Y no, no os diré las tres palabras hasta que el relato no termine 

     - Oye 
     - ¿Qué quieres ahora voz de mi cabeza?
     - ¿Y si no les das las tres palabras? ¿Y si quién quiera saberlas te las tiene que pedir?
     - Anda, pues es buena idea, gracias, voz de mi cabeza
     - Nada mujer, para eso estamos, no solo para los despistes

Os dejo con el relato, esto es lo que ha salido:

Good night


Coño, sencillamente buscaba eso, un coño, nada de amor ni esas chorradas, solo uno coño con el que pasar la noche y, si estaba acompañado de un buen cuerpo y una bonita cara mejor, pero no eran condiciones imprescindibles en su búsqueda.

Se le antojaba que toda la vida había buscado lo mismo, aunque claro, hubo un tiempo en el que cayó en la trampa, esa zorra mentira impuesta por la sociedad en la que pensaba que lo que quería era AMOR, así, con mayúsculas, y puede que en negrita y subrayado, quizá en cursiva para hacerlo más sensible. Por suerte pronto se dio cuenta de su error, de lo ridículo y estúpido del asunto.

Quería sexo, ni más ni menos, solo sexo, un coño o dos con los que pasar la noche sin dar explicaciones de ningún tipo. No siempre se le había dado bien conseguir lo que buscaba, pero esa noche tenía la certeza de que acabaría por encontrar algo que le satisficiera.

Lo malo es que se encontraba perdido en una bulliciosa calle de un país del Sudeste asiático. ¿Cómo había acabado en Asia? Era una historia estúpida que tenía que ver con una vida gris de oficinista que deploraba y que no le hacía justicia. Lo malo es que había ido allí persiguiendo algo que no había encontrado y, en ese momento, solo necesitaba algo de sexo que le despejara la cabeza; a priori parecía una tarea fácil de conseguir, en la calle había algunos burdeles y barios locales repletos de turistas. Lo malo era que no sabía nada del idioma local, su inglés era patético y no sabía el tiempo que le quedaba.

Mientras estaba parado en medio de la calle su cabeza bullía con todo lo que le había sucedido el último mes, esto le provocaba una terrible jaqueca y, el tener que decidirse entre uno de los burdeles – en los cuales sabía que le timarían, si no algo peor – y los locales repletos de extranjeras con las que difícilmente podía conversar le estaba provocando una extraña ansiedad de la que nunca antes había estado preso. Se tocó las sienes con los dedos índices y decidió encaminar sus pasos hacia uno de los bares de turistas, al menos se tomaría una cerveza bien fría mientras decidía cual sería su curso de acción esa noche.

Sentado en el extremo de una gran mesa pidió una cerveza local al camarero y echó un vistazo alrededor para ver si había alguien que le prestara atención y, ya de paso, ver a las mujeres que estaban en el local - y, de un simple vistazo intentar evaluar sus posibilidades de acabar en la cama con alguna de ellas – Nadie parecía prestarle ningún tipo de atención, era un turista más, iba solo, seguramente había ido por el turismo sexual, aunque aún era joven.
En el local había un par de grupos de mujeres conversando animadas, tostadas por el sol de las playas paradisíacas, hermosas algunas y otras no tanto, jóvenes todas y con ganas de aventuras, eso, era buena señal.

Bebió su cerveza casi de un trago y pidió otra al camarero, cuando este le trajo la nueva consumición decidió probar suerte con uno de los grupos de mujeres, se levantó y se acercó a la mesa más cercana, sentándose cerca de ellas pero sin abordarlas todavía, esperando que se dirigieran primero a él, así sería más fácil. Cuando su presencia se hizo obvia, ineludible, las mujeres le saludaron cordialmente, preguntándole de dónde era y qué le había llevado hasta allí en un perfecto inglés. Él las entendió a medias y de manera inconexa explicó que estaba allí de vacaciones, buscando aventuras (a fin de cuentas era lo que se suponía que debía decir, por lo que iba allí todo el mundo) y que hasta la fecha todo le había parecido precioso y mucho más tranquilo de lo que se imaginaba, las mujeres asintieron e hicieron esfuerzos por introducirle en la conversación, hablando más lento y esperando sus dubitativas respuestas.
La noche fue pasando mientras las cervezas iban acumulándose en la mesa del bar.
No podía creer la suerte que había tenido aquella noche, el primer grupo de mujeres al que se acercaba y ya estaban todos medio borrachos compartiendo intimidades y riendo como idiotas.

Parecía que la jugada no le había salido mal con una de las chicas, no era la más guapa de todas ellas y tenía una risa estridente, pero tenía una buen par de piernas y la promesa de una velada desenfrenada.

La noche parecía animarse, la chica, morena, de pelo corto y risa histriónica estaba más que dispuesta a jugar con él, y él estaba encantado, tanto, que bajó la guardia.

En el bar había alguien más que no quitaba ojo al grupo, un hombre que pasaba desapercibido, se confundía con la clientela del local y tomaba su consumición lentamente, saboreando cada trago, alargando el momento, esperando.

El grupo se levantó y él cogió a la morena de la cintura mientras la besaba el cuello, le encantaba el juego, la conquista, la tensión que se desencadenaría en un breve periodo de tiempo, la liberación que suponía para él, el paraíso, el nirvana, la paz en cada embestida.

El hombre enjuto los siguió a cierta distancia, aunque en ningún momento se percataron de su presencia, llegó a preguntarse si el idiota que abrazaba a la chica se habría olvidado de él, de lo que suponía, de por qué estaba allí y llevaba siguiéndole la última semana, se sintió menospreciado en su trabajo y llegó a la conclusión de que quizá debería joder el plan a ese capullo arrogante, tenía pensado esperar, ver qué hacía, pero era tan imbécil que no se merecía esa deferencia.

Hacía dos semanas que sus caminos se habían cruzado, aún no sabía si el extranjero era un temerario, un idiota o sencillamente buscaba la muerte; en cualquier caso, la había encontrado. Desde que se habían cruzado no había hecho otra cosa más que tentar a la suerte, pero él era un hombre paciente, con un sentido del humor particular y la estupidez del extranjero lo había animado a seguirlo, a ver a dónde le llevaban sus pasos, a dejarse ver para que el muy gilipollas al menos tuviera algo de miedo por sus actos, se diera cuenta de lo suicida de su comportamiento.

El grupo de mujeres se separó del par de tortolitos riendo, le dieron las buenas noches e hicieron algunos comentarios obscenos a su compañera y se dirigieron a su hotel.

La chica morena abrazaba y besaba al idiota a partes iguales, instándole para ir a su hotel.

El hombre los siguió, preguntándose si efectivamente al final el muy patán pasaría una buena noche o la borrachera le tendría deparada otra sorpresa. Lanzó una moneda al aire y sonrió para sí, parecía que por fin, la noche iba a ser interesante.

La pareja atajó por un callejón, eso complicaba la persecución, pero por suerte el hombrecillo tenía buena vista y mejor oído. Parecía que no habían podido reprimir sus instintos, no les había dado tiempo a llegar a la habitación del hotel.
La mujer apoyaba su cuerpo sobre él, que se veía atrapado entre la pared y las ansiosas caricias.

     - ¿Acaso me amas? - Dijo con una sonrisa maliciosa mientras miraba al hombre.

Él se quedó confuso, sorprendido por esa extraña pregunta en esa situación, todavía tendría la suerte de que le hubiera tocado una loca, una de esas piradas que creen que por acostarse con ellas ha de mantener una relación duradera, lo extraño era que la chica no parecía de esas, no entendía cómo podía haber errado tanto, dónde se había equivocado, o quizá le estaba tomando el pelo.

Aprovechando la distracción del hombre metió la mano en su bolsillo trasero y sacó la cartera, el peso no era prometedor y el idiota, después de un segundo de perplejidad, se dio cuenta de que le estaba robando y cogió el brazo de la mujer que sostenía su cartera.

No entendía qué estaba pasando, por qué esa chica le robaba la cartera, ¿creería acaso que llevaba mucho dinero encima? Llevaba dinero, es cierto, pero no todo el dinero, no era tan ingenuo, y más teniendo en cuenta que un tipo extraño le llevaba siguiendo una semana, desde que ganó aquella partida de poker a unos yankies en el bar de un hotel, sospechaba que era un matón que habían contratado para recuperar su dinero y pegarle una paliza – con un poco de suerte no pasaría de eso -

La chica puso una cara extraña, de cabreo y le empujó contra la pared.

     - Fucking idiot!! Give me your money!!! - Gritó a escasos dos palmos de su cara

Él intentó quitarse a la muy puta de encima, pero tenía más fuerza de la que parecía.

La muy loca se rió de él en su cara, no entendía cómo no podía con ella, no era menuda, pero no parecía tener demasiada fuerza.

     - Ohhh! Poor stupid boy!! mmm Maybe you feel a little bit drunked?!

Ahora lo entendía todo, la muy zorra le había drogado, no sabía cómo, pero tuvo que ser en el bar, en alguna de las bebidas que pidieron, seguramente ella esperaba que su hotel estuviera más cerca y desvalijarlo en su propia habitación, pero no había llegado a tiempo.

Notó como la cabeza le daba vueltas y sintió la necesidad de sentarse, su cuerpo se escurrió entre la pared y la mujer y quedó tendido en el suelo.

Ella le registró todos los bolsillos y le quitó las pocas joyas que llevaba, cuando terminó le propinó una fuerte patada en la entrepierna y se fue caminando tranquila por la calle principal. Nadie echaría de menos a un tipo como él.

El hombre enjuto se acercó al rato a la escena, el extranjero seguía en el suelo retorciéndose de dolor, pero demasiado drogado como para hacer un escándalo. Depositó la moneda que había lanzado a su lado y sonrió.

- ¿Sabes? – Dijo hablando en su idioma – Me has tenido muy entretenido la última semana, no sabía  cuando iba a tener que actuar, no hiciste más que llamarme una y otra vez, desde aquella partida de poker, pensé que no salías de allí, pero has tenido una suerte del carajo.
Siento que la noche se te haya dado tan mal, creo que todo hombre merece morir un poco más      feliz... y sí, por si aún no te habías dado cuenta por el dolor de huevos, te estás muriendo. Es posible que quieras saber de qué, pero no te servirá para nada.

Mierda – pensó – al final si que había encontrado lo que había ido a buscar, pero nunca creyó que fuera tan rastrero, tan humillante e insustancial y una lágrima de vergüenza se mezcló con las de dolor que ya surcaban su rostro.

El hombrecillo siguió en dirección contraria silbando tranquilamente, el trabajo ya estaba hecho, tampoco había por qué quedarse hasta el final de los créditos.

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Yavannna

1 comentario:

  1. También podéis comentar, vamos, que el recuadro este de comentarios no muerde, lo enseñé a ser un buen chico y tal =)

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