Siempre decían de Él que tenía el corazón tan grande que no le entraba en el pecho.
Yo, desde abajo, miraba incrédulo su caja torácica subir y bajar de manera rítmica, mientras me preguntaba dónde diantres escondería mi padre su corazón, si efectivamente, no estaba en su pecho.
En las noches en la que le pedía que me contase un cuento, y él, me colocaba sobre sus rodillas, yo apoyaba la oreja sobre su enorme tronco intentando encontrar el pum-pum que me indicase si el corazón de mi padre latía en su interior o estaba guardado en algún otro lugar.
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Yavannna
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