Horrorizada retiro presurosa la mano, la minúscula mancha roja en la manga de la camisa se agranda por momentos y me señala, grita mi nombre, enmarca en luminiscente letrero mi rostro.
Inhalo aire lentamente y, después de apoyarme un instante en el mostrador de préstamo, sonrío - de manera un tanto apática - al usuario que recoge su pedido... me recuerda tanto al otro.
Paseo despreocupada por la sala y vuelvo a verlo, tan joven, hermoso, esbelto y ruidoso. Recuerdo - como en nebulosa de película - todas y cada una de las veces que le mandé callar, llevando el dedo índice a mi rostro y, en lascivo gesto, pronunciar tan solo una letra entrecortada silvando entre mis labios.
Aún recuerdo el día, parece que fue ayer - tal vez lo fuera - en el que le guiñé un ojo, y cómo su rostro pareció sorprendido ante tal atrevimiento.
Con el tiempo todo se volvió confuso y le tuve entre mis brazos una noche o dos, no lo recuerdo, con el tiempo.
Hace tiempo que no ha vuelto, la biblioteca se encuentra nuevamente en silencio, reina la calma en mi dominio y vuelvo a ser feliz; si no fuese por el otro, me recuerda tanto a él...
Tendré que comprar una camisa nueva, del blanco, nunca se va bien la sangre.
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Yavannna
sábado, 8 de agosto de 2009
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