—Todavía
no sé cómo es posible.
—Ya
ves Julio, lo están diciendo en las noticias.
—Lo
sé, pero me niego a creerlo por mucho que lo digan en el telediario.
—Pero
aquí no queda nada, sólo este chaparrón de realidad.
—Por
eso llevo el paraguas. La realidad empapa un montón, luego no
hay quién se la quite de encima, es de las cosas más insufribles de
este mundo.—alega Julio frunciendo el ceño.
—¿Y
ahora qué hacemos?
—Pagar
el rescate, claro.—contesta Julio cabizbajo, mirando un botón
suelto de su gabardina color crema.
—Querrás
decir que tú vas a pagar el rescate.
—No,
lo vamos a hacer los dos. No estoy yo para pagar rescates en estas
condiciones.
—Pero
si es de ti de quien hablan las noticias. A ver ¿por qué tengo que
pagar yo el rescate? —Se exaspera su compañero.
—Porque
eres mi amigo. Coge la nota del suelo, anda. Veamos qué nos piden.
El
hombre, traje y gabardina negros, se agacha, de fondo sigue sonando
un televisor con las noticias puestas; el eco de la habitación vacía
produce tal desasosiego que siente un escalofrío mientras recoge la
nota de rescate. No entiende por qué está allí, a fin de cuentas
esas cosas siempre le han sido ajenas, es Julio el que se ha pasado
la vida inventando todas esas historias, mundos y palabras... él
nunca se ha desviado del camino recto, del costumbrismo
tradicional... y mira ahora, le toca pagar el pato. ¡Como si fuese
culpa suya!
Julio
le mira expectante mientras despliega la nota. Hay un brillo burlón
en su mirada.
—¿Y
qué dice?
—Espera,
hombre, que no he acabado de desdoblarla.
—¡Date
prisa! Este vacío me está matando. ¡Qué mundo más gris!¡Así no
hay quien viva!
—Julio,
no seas impaciente, que además solo llevas así unas horas.
—¡Demasiadas!
La
figura oscura termina de abrir la pequeña nota.
Solo
te devolveré la fantasía a cambio de la Maga.
Tienes
48 horas. Ya sabes lo que tienes que hacer.
H.
Oliveira
—¿Sólo
pone eso?
—Pues
sí. Mira. —el hombre le enseña el papel, confuso —.¿Quién es
esa maga Julio? ¿Alguna prestidigitadora? ¿Una amante?
La
mirada de Julio se vuelve opaca. Enmudece un instante.
—La
Maga no existe, aún no. —dice en un susurro tan bajo que a su
amigo le cuesta oírle.
—¿Cómo
que no existe? ¡No se puede pagar con algo que no existe!
—Pues
claro que se puede. ¡No seas ridículo!
—Pero...
—Aún
no era el momento. ¡Maldito Oliveira!
—No
entiendo nada Julio.
—Ni
falta que hace. Oye ¿tú no me prestarías un poco de fantasía?
—De
fantasía ¿Yo?
—Sí,
claro. A ver cómo pago el rescate si no. Por eso te he traído.
—afirma Julio.
—Pero
si yo no...
—¡Qué
sí, hombre!¡Que es muy fácil! Solo tienes que dejarme un poco,
total ¡para lo que la usas!
—¡Eh!
Tampoco es necesario faltar.
—Veamos
¿qué llevas en los bolsillos?
—¿Qué
llevo en los bolsillos?
—Sí.
Los bolsillos del abrigo. ¡Saca lo que tengas! —grita Julio.
El
hombre, asombrado comienza a sacar el contenido de los bolsillos de
su abrigo, mientras Julio le mira expectante e ilusionado.
—Pues
tengo un ticket, un caramelo, un sello y una tiza azul.
—¡Estupendo!
¡Tenemos todo lo necesario!
—¿Para?
—¡Para
pagar el rescate, claro!. Coge la tiza y dibuja algo en el suelo.
—¿En
el suelo? Si ni tan siquiera se por qué tengo una tiza en el
bolsillo...
—¡Hazme
caso!
Perplejo
el hombre se agacha y empieza a dibujar en el suelo de la habitación.
Repentinamente recuerda por qué tiene la tiza, se la había quitado
a Laurita, la hija del vecino, porque estaba pintando en el suelo del
descansillo. Intuitivamente repite el dibujo de la niña.
—Ya
está, ya tienes un dibujo. Ahora ¿me explicas qué ocurre?
—¡Solucionado!.
En menos de 48 horas el maldito Oliveira tendrá a su Maga de
una vez por todas —dice Julio risueño.
—¿Y
eso porque yo he dibujado una rayuela en el suelo de una habitación
vacía?
—¡Exactamente!
—Entonces
¿recuperarás tu fantasía?
—Sí,
viejo amigo. Así es. ¡Se me ha hecho horrible este secuestro!¡Qué
feo es todo sin ella!
—Sigo
sin entender nada, pero me alegro de haberte ayudado.
Julio
silba mientras se dirige a la puerta de la habitación. Antes de
salir le da el paraguas a su amigo.
—Ten.
Te va a hacer falta.
—Hace
un día estupendo. No es necesario.
—Ya
sabes. La realidad. Yo que tú lo usaría siempre. ¡Gracias
por la ayuda! Nos vemos pronto.
—¡Hasta
la semana que viene! Y ya me cuentas lo de la maga esa...
—Cronopio
cronopio.
Las
dos figuras se separan en direcciones opuestas, una de ellas,
gabardina oscura, lleva un paraguas abierto.
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Yavannna
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Haced un relato con algo que os inspire esa fotografía... pues aquí está... cronopio cronopio
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