Estrujar lentamente el
corazón con la punta de los dedos, mientras la sangre gotea por la
palma. Lamer con malévola sonrisa los pegajosos regueros del
antebrazo, detener la mirada en el suelo, por un momento fijarse en
la mujer tendida abajo. Expresión perpleja, confusa, muerta.
Sorber aurícula,
ventrículo, indagar con la lengua en las cavidades del órgano,
embeberse de todos los recuerdos hermosos, encontrar el éxtasis
final en ese último momento. Ella cayendo, él aferrado a su cuello,
arrancándole con la otra mano el corazón del pecho.
Arrojar junto a la
yacente dueña ese despojo inservible, desperdiciar las últimas
gotas limpiándose con un pañuelo ahora macabro y al fin partir.
Las campanadas de una
iglesia cercana dan las doce. Un año entero para que alguna ingenua
vuelva a enamorarse.
Sin duda San Valentín es
su noche favorita del año.
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Yavannna
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