Quizá fuese la niebla, producida por el humo de mi cigarro aparcado (brevemente) en mi mano izquierda, lo que hizo que me confundiera.
Quizá fueron los años o el alcohol, que raudo, corre por mis venas.
Quizá fue tu imagen un tanto destartalada y perdida en un confín extraño y remoto de mi mente, jugando conmigo, cambiando lo real por lo irreal, el deseo y el recuerdo.
Puede que fuese ese ruido de tacón de aguja en el suelo del bar, el mirar primero como el pie pisa fuerte y después la larga pierna le acompaña, pausada y decidida, en su caminar. ¿Hacia mi? - Eso espero.
Lo cierto es, que cuando la muchacha se para en mi mesa y me ofrece, de manera intempestiva, una cuenta que yo aún no he pedido, me siento más viejo, mucho más viejo ¡¡Joder, cómo pasa el tiempo!!
Pago la minuta y me voy [¡No dejo propina, que se amuele la rubia!], no sin antes, darme la vuelta para mirar las largas piernas de la camarera... y guardarlas en el recuerdo.
Te cambio las piernas por las de la rubia... siempre pensé que te quedarían bien los tacones de aguja... aunque tu nunca los llevaste, para mi, ahora, es siempre.
Te cambio las piernas por las de la rubia... siempre pensé que te quedarían bien los tacones de aguja... aunque tu nunca los llevaste, para mi, ahora, es siempre.
__________________
Yavannna
0 comentarios:
Publicar un comentario